
25 de Mayo: Carmen Nowosak, “No se trata de rendirse, sino de resistir y cuidar lo que tenemos”
Carmen Nowosak, productora de yerba de 25 de Mayo, lleva 45 años trabajando la tierra.
En el corazón de la chacra misionera, entre vertientes, monte nativo y trabajo sin descanso, Carmen Nowosak representa con dignidad y firmeza la voz de miles de pequeños productores que día a día mantienen viva la cultura del esfuerzo rural.
Oriunda de la colonia Yapeyú, municipio de Guaraní, Carmen llegó a 25 de Mayo hace ya 45 años. Tenía apenas 17 cuando, junto a su esposo, comenzó a plantar yerba mate en medio del monte. Desde entonces, y sin interrupciones, dedicó su vida a la producción agraria. Hoy, con 62 años, su compromiso con la tierra sigue tan firme como en aquellos primeros días.
“Nos levantamos temprano, atendemos los animales y después nos vamos a la chacra”, relató con naturalidad. Las labores varían según la temporada: limpieza de yerbales, preparación para la cosecha, trabajos en el tabaco. El ritmo, cuenta, es constante y exigente.
Aunque la yerba mate fue su cultivo principal, Carmen entendió desde el inicio la necesidad de diversificar. Hoy también producen citrus, tabaco y alimentos para el autoconsumo. “Así seguimos adelante, sin bajar los brazos”, afirmó , dejando en claro que la resiliencia es parte de su esencia.
Sin embargo, la realidad actual no es sencilla. “La yerba hoy no tiene buen precio, pero no se trata de eliminar el yerbal, sino de diversificar y resistir”, explicó. Como tantos productores de la zona centro, la familia Nowosak enfrenta las consecuencias de un mercado cada vez más adverso y una estructura de costos que no siempre contempla la realidad del pequeño productor.
El comienzo fue humilde. Según averiguaciones de este medio, la primera cosecha de yerba fue de apenas 3.000 kilos, provenientes de plantas silvestres. Sin recursos para contratar obreros, todo el trabajo recaía sobre ellos y sus hijos pequeños. A fuerza de constancia, lograron implantar 11 hectáreas.
La producción de mudas de yerba requiere conocimientos específicos y mucha paciencia. “Cada año hacíamos mudas para poder seguir plantando”, explicó Carmen, detallando cómo se preparan los canteros y se cuidan las semillas hasta que pueden ser trasladadas al rosado.
Aunque la planta comienza a dar rendimiento a los tres años, hay múltiples factores que pueden demorar ese proceso. “Combinábamos la yerba con tabaco o mandioca, así podíamos mantener todo”, explicó con el conocimiento que da la experiencia.
“Gracias a las buenas épocas pudimos comprar cosas para los chicos, cambiar el auto, el tractor… cosas que hoy son muy difíciles de lograr”, recordó. Pero con el paso de los años, las prioridades cambian: “Ya no se trata de ampliar más, sino de cuidar lo que tenemos. Perseverancia, eso es lo que necesitamos ahora”.
Para Carmen, el pequeño productor no solo produce: también cuida. “No queremos que se vendan las chacras. El productor chico cuida las vertientes, los árboles, la tierra”, afirmó. Como ella, muchas familias del interior defienden esa relación ancestral con el ambiente.
“Es un trabajo muy forzado, toda la familia trabaja. Pedimos que nos cuiden, que nos protejan. Nosotros no fijamos el precio, muchas veces sentimos que nos saquean”.
Denunció también que no todos pueden mecanizar. “No tenemos tierras parejas. Trabajamos en tierras quebradas, y eso muchas veces no se tiene en cuenta”, señaló, reclamando políticas públicas más acordes a la realidad de las chacras misioneras.
Aunque sus hijos ayudan en la producción, Carmen teme que sigan el camino de tantos jóvenes: el éxodo rural. “Se van porque ven que no hay apoyo. Hay que darles motivos para quedarse”, expresó, con una mezcla de tristeza y esperanza.
Fuente: MOL