
Acosado por la represión interna de una juventud que cada día les tolera menos, el régimen de los ayatolás se ha visto forzado a plantar cara a Israel para evitar que la respuesta de sus aliados a la sangrienta provocación de Binyamin Netanyahu incendiase toda la región. El anuncio de Irán de cambiar su estrategia a una nueva ecuación, consistente en que sea Teherán el que responda directamente a los ataques del pequeño satán, revela la voluntad iraní de cosechar el apoyo ganado por su respaldo a la causa palestina y la necesidad de evitar que las milicias que ha creado, alimentado y armado desde Hamás a los hutís, pasando por Hizbulá, las Brigadas Badr de Irak y otras desplieguen su propia agenda, en la que la paciencia estratégica de los ayatolás no tiene cabida.